📌 Situación sanitaria que obligó a modificar los procesos de enseñanza y aprendizaje
📌 Debates e interrogantes ante la nueva realidad de la virtualidad
📌 Prácticas evaluativas innovadoras
📌 La «acreditación grupal» y la “evaluación pública”
En estos dos últimos años la situación sanitaria en el mundo determinó de manera contundente que la enseñanza y el aprendizaje debían modificarse. Docentes de todos los niveles educativos procuraron sostener sus clases, sus propuestas a como dé lugar, en muchos casos sin mayor acompañamiento de las instituciones en las que estaban desarrollando su tarea. Así fue que surgieron aulas virtuales en entornos de aprendizaje, clases on line a través de diferentes medios, se pensó cómo acercar la propuesta de enseñanza a todos los estudiantes y allí se evidenciaron muchas dificultades de nuestro país: la desigualdad en el acceso tecnológico y la incertidumbre generalizada sobre cómo se desarrollarían las cosas en el contexto social, hicieron mella en la población estudiantil de muchos claustros universitarios. A dos años de estos sucesos no contamos con cifras ciertas sobre el abandono de estudiantes en el nivel universitario.
Volvamos a cómo comenzaron las transformaciones. En 2020 transcurridos los primeros meses de la pandemia y cuando las propuestas de enseñanza estaban encaminadas, surgió un nuevo debate. ¿Cómo se evaluarían los aprendizajes? Dar clase, enseñar en muchos casos se lograba de manera interesante gracias al esfuerzo, la dedicación y el compromiso de miles de docentes. Ahora el desafío era pensar los instrumentos de evaluación.
Los docentes señalaban: ¿Haremos evaluaciones a distancia? ¿Qué tipos de instrumentos deberemos confeccionar? ¿Cómo garantizamos la identidad de la persona? Si hacemos exámenes orales por Zoom o Meet, ¿estará bien? ¿Los alumnos copiarán las respuestas de los textos?
Fue entonces que las diferentes instituciones universitarias debieron establecer parámetros institucionales, resoluciones internas que pudieran contener la nueva situación educativa y que aseguraran la acreditación de los saberes, condición necesaria para legitimar los aprendizajes.
En las charlas docentes aparecieron conceptos vinculados con la innovación en la evaluación de la mano en la calidad de la enseñanza. Pero así también en algunos espacios asomaron pensamientos y discusiones acerca de la calidad de los aprendizajes de nuestros estudiantes. ¿Cómo vincular las tecnologías a la evaluación? ¿Cómo pensamos la innovación en la evaluación de los aprendizajes?
Las tecnologías podían mediar la propuesta de enseñanza, pero ahora había que hacer uso de ellas en las propuestas evaluativas. Para muchos docentes este fue un punto de quiebre ya que seguían pensando la evaluación de los aprendizajes solamente como acreditación de saberes, entonces imaginar otros escenarios resultaba complejo, ya que la evaluación no es solamente evaluación del aprendizaje, sino que es también evaluación para el aprendizaje (Grand, Muga, Goldman Rota, 2021, p.41,
En la educación a distancia, se desarrollaron históricamente propuestas que propiciaban aprendizajes colaborativos, comprensivos y genuinos. Veamos algunos conceptos interesantes que vinculación las tecnologías, la innovación y la evaluación de los aprendizajes.
Barberá[1] desarrolla la idea que posibilita pensar en prácticas evaluativas innovadoras. La autora señala que la evaluación de los aprendizajes mediada por las nuevas tecnologías tiene al menos tres beneficios:
- La evaluación automática, en el sentido que la tecnología contiene bancos de datos que se relacionan entre ellos y se pueden ofrecer a los alumnos respuestas y correcciones inmediatas
- El segundo aporte de las tecnologías en el campo evaluativo se identifica en relación a evaluaciones de tipo enciclopédico, que permite el manejo de una fuente más compleja o de diferentes fuentes. En este caso Internet resulta un aliado potente para los estudiantes.
- El tercer aporte destacable se refiere a la evaluación colaborativa, construyendo verdaderos espacios de aprendizajes en la comunidad virtual.
Un especialista en Didáctica que va en este sentido es Díaz Barriga[2] quien señala las modificaciones en las prácticas evaluativas hace más de dos décadas. Él está hablando de aulas presenciales, pero sus conceptualizaciones perfectamente pueden pensar en escenarios de enseñanza mediadas por tecnologías. Una idea sumamente interesante que plantea es la “acreditación grupal”. ¿Qué es? ¿Cómo lograrla? Diseñar instrumentos de evaluación que puedan ser resueltos por dos o tres personas, de manera de propiciar la discusión, el intercambio entre pares. Este investigador señala los recaudos a tener en cuenta, como que el docente puede plantearse esta posibilidad cerca de la finalización del curso y si los mecanismos de integración, crítica y autocrítica son elevados. Según las experiencias relatadas, los estudiantes pueden romper con una serie de prejuicios e inercias inherentes a prácticas evaluativas tradicionales que solamente son individuales y que reproducen información proporcionada por el docente. Los aprendizajes logrados son mejores y más potentes señalando que de manera individual no se hubiesen alcanzado.
El concepto de acreditación grupal, se une al “evaluación pública” que señala Lipsman (2008)[3] al plantear proyectos educativos mediados por tecnologías. La evaluación pública trata de generar instancias que permiten hacer pública la producción de cada participante a partir de lograr primero algún aporte, comentario o producción genuina. Reconocemos que el aprendizaje colaborativo nos permite un acceso al conocimiento diferente, este conocimiento se construye y se comparte con otros; el saber no está solamente en el docente. Analizar la evaluación colaborativa y pública, permite hacer comparaciones entre las categorías y ordenar diferentes hechos según criterios construidos con anterioridad (significado, validez, pertinencia de la evaluación). A su vez pensar en estos procesos cognitivos (analizar y comparar) me insto a provocar aprendizajes metacognitivos, ya que sé que estoy comparando, analizando, sintetizando.
Un segundo aspecto a considerar sería en el que se usa la tecnología para transparentar los procesos cognitivos de los estudiantes. Este enfoque consiste en “el estudio por parte del docente de las huellas que dejan los estudiantes en sus recorridos de aprendizajes mediados por tecnologías. Esto permite informar acerca de los procesos cognitivos de los estudiantes. La tecnología permite transparentar dichos procesos” (Lipsman, 2008).[4]
La situación sanitaria generó más que nunca escenarios complejos en todos los ámbitos de la sociedad, en el educativo fue un quiebre que no permitirá volver a escenarios previos a este acontecimiento mundial. Estas condiciones obligaron a re diseñar la enseñanza pero también a re pensar las prácticas evaluativas desde un lugar no tradicional ni convencional.
Sabemos que los docentes ya no podemos estar al margen del impacto tecnológico en el hecho educativo, tampoco en las prácticas evaluativas.
Como docentes nos preocupa que los aprendizajes no se reduzcan a la adquisición de nueva información, a su almacenamiento o la recuperación en un momento determinado. Nuestro interés está en buscar la comprensión y con las tecnologías favorecer capacidades de desarrollo de los estudiantes para pensar y conocer cada vez mejor.
Citas Bibliográficas
[1] Barberá Elena (2006). Aportaciones de la tecnología a la e-Evaluación. RED. Revista de Educación a Distancia
[2] Díaz Barriga, Ángel (1999) Docente y Programa. Lo institucional y lo didáctico. Rei Argentina, Aique Grupo Editor, Buenos Aires.
[3] Lipsman, Marilina (2008) “Nuevas tecnologías, nuevos desafíos para la evaluación de aprendizajes en la educación superior”. En: Primer Foro Internacional Educación Superior en entornos virtuales. Universidad Nacional de Quilmes Editorial. Pags. 240-252
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